Nill y la Voz del Pantano
Esta aventura comienza en el relato "Reynard y la Hidra" (si no lo has leído, da clic aquí) donde Reynard ha sido gravemente herido con el veneno de una hidra y está inconsciente.
De adolescente, Nill y sus amigos salieron del reino a las faldas de un bosque y se adentraron sin querer poco a poco en el espeso follaje.
Todo transcurría con normalidad hasta que, entre la maleza, salió un gran jabalí rabioso embistiendo a todo aquel que veía en su camino. De inmediato, el grupo de amigos se dispersó, cada uno corrió en distintas direcciones.
Desde ese momento, para Nill nada sería igual; su vida estaba por cambiar. Corrió y tropezó, la caída fue tan fuerte que quedó tirado en el suelo unos segundos. El jabalí lo vio como un blanco fácil y se dirigió hacia él con gran furia. Nill volteó y lo vio acercarse, abrió sus ojos lo más que pudo, muy sorprendido, de un solo salto quedó de pie y listo para correr.
Corrió despavorido como nunca en su vida; una de las mejores cualidades, sin que él lo supiera, es superveloz como una gacela.
Corre en el bosque por un sendero angosto y cuando menos lo espera, sus pies se hacen muy pesados. Está corriendo sobre el fango de un pantano, al que había llegado por mirar hacia atrás. Se adentró como pudo más y más en aquel fango, hasta que quedó casi inmovilizado por el lodo apestoso.
El jabalí se adentró al fango con gran furia, parecía que aquel fango no lo iba a detener.
Los amigos se reagruparon y fueron en su búsqueda, gritaban —¡Nill, Nill! ¿Dónde estás?
Mientras tanto, Nill estaba tirado, muy asustado en aquel fango apestoso. El jabalí lanzó su embestida, pero antes de tocar a este, quien solo pudo contraer sus brazos contra su cuerpo para protegerse, se levantaron de la nada unos troncos puntiagudos desde el fondo del pantano, y uno de ellos perforó al jabalí justo en el corazón.
Este lanzó un gran gruñido al aire, todos los amigos corrieron en la dirección de aquellos chillidos.
Nill, al ver atrapado al jabalí, tomó una gran rama y la utilizó como arpón para terminar de darle muerte al animal moribundo.
Aun cuando el jabalí lanzaba grandes gruñidos de ira y de dolor, los amigos vieron a Nill peleando con este y notaron que lo golpeaba con gran fuerza. Solo Nill sabía que el jabalí estaba atorado y herido de muerte en la parte baja de su estómago, con una gran rama que no le dejaba escapar. El fango bajo ellos no les permitía ver estaba atrapado y condenado a morir en unos instantes.
Nill siguió golpeando al jabalí hasta que este murió. Sus amigos vieron toda la escena y lo pusieron en sus pensamientos como todo un valiente.
Al llegar al reino, todo el mundo hablaba del pequeño muchacho de pelo rubio y tez blanca. Se exageró y distorsionó tanto la noticia que decían que era un héroe que había salvado a sus amigos, fingiendo una caída para que el jabalí le siguiera y ya lejos de todo peligro a sus amigos, buscó la manera de sacarlo de su elemento natural. Lo llevó al fango donde al final le dio muerte.
Pasó un par de días y Nill regresó solo a aquel lugar, donde yacía el jabalí. Para su sorpresa, el cuerpo del animal ya no estaba, solo encontró la parte superior de la piel, como si aquel lodo fuera ácido que lo había consumido todo, incluso los huesos.
Nill no se explicaba por qué se habían movido solas las ramas puntiagudas que dieron muerte al jabalí, sabía que había algo más que no lograba entender.
Observó detenidamente un tronco viejo que se levantaba en el centro de aquel pequeño pantano y tenía algo muy peculiar, era muy oscuro y podía sentir que era observado desde esa posición.
Pasaron unos años desde entonces y en el reino se conocía a Nill como el muchacho del jabalí. Sentía un gran cariño por Helen, la doncella más linda del reino, cuyo padre era un gran guerrero y guardián de aquel lugar, por lo que siempre se mantenía a raya.
Nill y Helen eran muy buenos amigos, pero él siempre hablaba un poco mal de los demás con la intención de que Helen no se fijara en ellos.
No pasó mucho tiempo cuando llegaron al reino dos personas: Reynard y su papá Thane. Ambos venían de muy lejos y decidieron hacer un descanso en aquel lugar.
Con el tiempo, Thane, al ser un gran guerrero al igual que Harland, el papá de Helen, coincidían en varias ideas. Hubo empatía, por lo que Reynard y Thane decidieron quedarse en aquel reino de Zerpia.
Reynard y Helen convivían mucho y eran muy buenos amigos.
Nill, al no conocer a Reynard, no podía hablar cosas malas de él y, al contrario, poco a poco Reynard se llevaba mejor con Helen que él mismo.
Nill comenzó a notar que en todas sus pláticas, Helen hablaba mucho de Reynard y de sus aventuras en todo el camino que había recorrido. Poco a poco, Nill se fue orillando a una posición de observador entre Helen y Reynard, lo cual no le gustaba para nada, entonces decidió hacer algo más atrevido para llamar la atención.
Comenzó a salir del reino solo, al bosque oscuro donde se dice que existen seres mágicos y extraños. Era normal verlo salir del reino con su espada y su arco, con varias flechas bien afiladas, según él, para cazar. Sin embargo, salía a ver si encontraba algún animal muerto para llegar al reino a contar su destreza cazando criaturas.
En realidad, no se alejaba tanto y siempre frecuentaba los mismos lugares. Sentía una pequeña atracción por aquel pantano apestoso, no sabía si era porque ese pantano le había dado un momento de gloria.
Se hizo rutina visitar aquel pantano. Comenzó a notar que todo animal que se atrevía a cruzar el pantano quedaba atrapado y este se los tragaba poco a poco, los desintegraba como si tuviera ácido; era un pantano carnívoro con vida propia, por ello olía tan mal.
En una de sus visitas, al llegar al pantano, Nill se percató de una pitón enorme que estaba atrapada. De inmediato sacó su arco y comenzó a lanzarle flechas para acabar con su vida. Una vez muerta, sacó su espada y se dispuso a cortarle la cabeza para llevarla al reino.
En el reino se armó un gran revuelo al ver la cabeza tan grande. Nill vivió otra vez momentos de fama, solo se hablaba de él.
Poco a poco, el tronco del centro de aquel pantano se iba transformando con cada muerte de algún animal que se comía.
Nill, al ir más seguido a aquel lugar, se fue familiarizando con él y en ocasiones se quedaba a platicarle sus penas y corajes como si aquel tronco entendiera alguna palabra.
Llegó el día en que aquel tronco tenía la figura bien definida y era un espantapájaros negro, con unos ojos rojos que brillaban en la noche.
Un día, Nill llegó muy triste a aquel lugar, sentía que Helen ya no lo tomaba en cuenta y siempre hablaba de Reynard. De pronto, aquel tronco oscuro de apariencia muy peculiar le habló a Nill entre sus pensamientos y la realidad.
—Si tú quieres, yo te puedo ayudar, “pelos dorados” —se oyó una voz muy tenue en el lugar.
—¿Quién dijo eso? —pregunta Nill, un poco asustado.
—Yo, el tronco de este pantano —se escuchó la voz salir de aquel lugar.
—¿Y tú cómo me puedes ayudar? —contestó Nill, muy desconcertado y buscando la fuente del sonido.
—Con mis consejos y palabras sabias te guiaré a que consigas lo que quieras, si me das algo a cambio —responde la voz del ambiente.
—Mmmmm, pues no suena tan mal, si en verdad me pudieras ayudar, ¿qué me pedirías a cambio? —pregunta Nill, muy incrédulo y aún muy sorprendido.
—Una cosa mínima, solo un pequeño favor. Hombre, favor con favor, necesito salir de aquí pero ya te diré luego cómo me puedes ayudar —le contestó la voz misteriosa.
—¡No!, dime bien de una vez —insistió Nill.
—Ocupo una persona que esté muy cerca de morir, que la traigas aquí y, de preferencia, pues joven. Es un hechizo que me tiene atrapado y solo eso me ayuda a romperlo, ¿tú crees? —responde la voz.
—Mmmmm, pues no creo que pueda ayudar con eso, ¿me pides que desentierre a alguien que se acaba de morir? —pregunta Nill, muy burlón.
—¡Noooooo! ¡Claro que no! Ese ya sería un cadaver, pero no te preocupes "pelos güeros", ya te diré cómo lo podemos hacer —responde la voz misteriosa despreocupadamente.
—Bueno, ¿cómo sugieres que lo haga entonces? —pregunta Nill.
—Según lo que te he escuchado mientras balbuceas, se interpone Reynard. Si se fuera lejos tendrías el camino libre, ¿cierto? —comenta esa voz del ambiente.
—Muy cierto, en todo el reino soy el más apuesto y mejor partido. Además, a su padre le caigo bien porque cree que soy muy valiente —responde Nill.
—Bueno, entonces trabajemos juntos para mandarlo lejos mientras tú logras tu propósito con Helen.
—Estoy de acuerdo —responde Nill, ya más contento. Ahora tiene un propósito y un objetivo por el cual vivir.
—Mira “pelos de elote”, la partida de esta persona debe parecer natural. Lo vamos a alejar, pero no con métodos tradicionales porque enseguida buscarían al culpable y no queremos que te veas involucrado, ¿verdad? —comenta la voz misteriosa proveniente de aquel tronco viejo.
—¡Nooooo!, yo no quiero herir a nadie. Mejor ya me voy de aquí, solo quiero que Reynard se aleje y siga su camino —responde Nill muy sorprendido por tal comentario.
—¡Entendido!, se hará como tú dices entonces —responde la voz en un tono calmado. —Debes ir al río Bobbo que desemboca en el mar. Ahí debes pescar un pez globo, unas salamandras naranjas y una rana púrpura. Si eres listo, encontrarás ambas en el río. Cuando las tengas, ven para acá y yo te diré qué hacer con ellas, para crear un veneno; digo, una poción mágica para que Reynard huela tan mal que no se podrá acercar a Helen por un buen tiempo.
—¡Ahhh!, ya viste, qué diferencia de alejar a alguien a solo hacer que huela mal; eres un genio —dijo Nill sonriendo.
Nill era muy cobarde para ir él solo tan lejos, entonces ideó un plan. Invitó a Reynard en su travesía; sin embargo, este se negó rotundamente, no quería saber nada de ello.
Nill le platicó a Helen de su valiente travesía que estaba a punto de hacer, pero no encontraba a alguien que fuera tan valiente como él, incluso comenta que el mismo Reynard no quería salir a acompañarle.
—Te digo que en verdad es un cobarde, no quiere ir con nosotros, seguramente le da miedo acampar tres noches fuera del reino —comenta irónicamente.
—Yo creo que más bien no le interesa, pero le voy a preguntar si tú quieres —dijo Helen, algo extrañada.
Al día siguiente, Helen tuvo la oportunidad de platicar con Reynard y le preguntó qué había pensado de la proposición de Nill.
—Oye, me ha comentado Nill que va a emprender una aventura a la costa, a traer algunos crustáceos y a cazar una que otra bestia oscura, porque se va a ir por el bosque oscuro. ¿Tú qué piensas?
—La verdad me es indistinto lo que él haga o no haga, pero sí me pregunto; ¿por qué lo hace?, ¿qué busca?, ¿qué pretende?, le pienso y no lo entiendo —responde Reynard, muy pensativo.
—Me comenta que te da miedo acompañarle —le contestó Helen, algo burlona. —Pero yo creo que es verdad, si no te llama la atención, ¿para qué?
—Te digo, solo él sabe lo que quiere. El día que quiera ir, solo tomo mis cosas y me voy solo —dijo Reynard, muy serio.
Al saber la negativa de Reynard para acompañarlo, Nill decidió invitar a algunos de sus mejores amigos. Les prometió una gran aventura; sin embargo, solo lo hizo para que lo acompañaran porque él solo no iría.
Un día muy temprano salieron del reino Nill, Eldrin y Eliot a la gran aventura.
Reynard, por su parte, salió un poco después tras aquellos jóvenes para seguir sus pasos y cuidarlos a distancia. Él, a diferencia del grupo de jóvenes, se había criado en los bosques, estaba acostumbrado a andar solo por ahí y conocía varias técnicas de supervivencia.
Siguió al grupo por dos días y dos noches a distancia hasta la costa sin ser descubierto y podía notar a leguas las mentiras de Nill, que a todo momento les contaba a sus amigos porque las bestias de las que a veces hablaba eran inofensivas.
Al llegar a la costa, Nill armó un plan para que los amigos buscaran los crustáceos y les platicó de lo peligroso que eran algunos animales.
—Ya saben bien, a pescar lo que podamos. Recuerden, si ven salamandras naranjas y ranas púrpuras, me dicen, porque son muy peligrosas —comenta Nill, muy orgulloso e irónico.
—Tienes toda la razón. Mejor te avisamos —le responde Eliot.
Al poco rato gritaron —Nill, una salamandra naranja entre las rocas, mira.
—No te acerques, aléjate. Ya la he visto —dijo Nill, muy valiente, sabiendo que era inofensiva.
Logró atrapar aquella salamandra y la echó a escondidas en su saco. Al poco tiempo también logró atrapar un par de ranas púrpuras. Lo único que le faltaba era un pez globo, que no sabía cómo capturarlo ni los conocía.
—Nill, ya vámonos, ya tenemos los crustáceos y los peces —le comentaron impacientes por emprender la retirada.
—No, hay que esperar un día más. Estoy seguro que una bestia aparecerá por aquí muy pronto, vi sus huellas y se las quiero mostrar —responde Nill, aparentemente muy entusiasmado.
—Pero los peces y crustáceos se nos echarán a perder y todo el trabajo de sacarlos será en vano —le insistió el grupo.
—¡Es verdad, vámonos! —dijo Nill, algo vacío por no lograr su cometido.
Al llegar a aquel reino, todos comieron pescado y crustáceos. En la plaza se juntó un grupo de personas que decidieron comprar algunos peces a los muchachos, entre ellos estaba Zarathos, el mago del reino. Al ver la variedad de peces comenta:
—¡Mira! Qué rico pez hay aquí. Lástima que sea venenoso; debes retirar con mucho cuidado su veneno. ¿En cuánto me dan este pez? —pregunta Zarathos, sosteniendo el pez por su cola e imaginando su sabor.
—¡Ay caramba! Ese se lo regalamos, gran señor —le comenta un chico, algo asustado.
Nill observó detenidamente cómo era el pez y de inmediato buscó otro pez similar en los sacos de sus compañeros, pero no tuvo éxito, no había otro pez igual.
Corrió a buscar a uno de sus amigos que ya se había llevado los peces a su casa, tocó la puerta y le comenta que habían salido algunos peces venenosos, que necesitaba ver sus peces para evitarle alguna complicación. ¡Y lotería! Encontró un pez muy similar al del mago, le comenta a su amigo que el pez era venenoso y que lo tenía que desechar para evitar problemas.
Nill le llevó unos peces a Helen para que los preparara en su casa como un buen gesto de amistad.
—¡Hola Nill! Qué gusto volver a verte —le comenta Helen, muy entusiasmada.
—A mí también me da gusto saludarte —responde Nill, muy contento.
—Te traje unos peces para que comas con tu familia —dijo Nill, dejando una cesta de peces.
—¡Más peces! Qué bien, todo el año sin un solo pescado y de pronto tenemos varios. No sé si tomarlos —dijo Helen.
—¿Cómo que más peces? ¿Pues quién más trajo? —pregunta Nill, extrañado.
—Reynard, hace una hora. De hecho, le he pedido que me platique cómo le fue en el viaje a la costa. Ahí viene, mira. Fue a avisar a su casa de su regreso —responde Helen, muy contenta.
—¡Uupppss! ¿Pues no que no iba a ir? —pregunta Nill, algo desconcertado y confundido.
—Ya he regresado, Nill. ¿Cómo te fue en tu viaje? —comenta Reynard, algo cansado pero visiblemente contento.
—Bien, Reynard, de maravilla. Me tengo que retirar, los veo pronto —dijo Nill, algo triste porque se iba a retirar.
Helen nota un poco triste a Nill y le comenta —mañana los voy a invitar a ambos a mi casa a comer pescado. Ya en la casa me platican los dos cómo les fue. ¿Qué les parece?
—¡Me parece bien! Y gracias por la invitación. Me voy a dormir un rato, estoy muy cansado —dijo Reynard.
—Yo también me retiro, nos vemos mañana, Helen —dijo Nill, ahora más contento.
Esa misma tarde, Nill tomó su saco y salió rumbo al pantano apestoso. Una vez ahí, esperó un rato y caminó indiferente a su alrededor, hasta que de pronto escuchó una voz.
—Veo que lo has conseguido, “pelos de elote”.
—Sí, y ¿ahora qué? —pregunta Nill, algo escéptico.
—Ahora pon mucha atención. Debes sacarle todas las tripas al pescado y vas a hacer una cocción con estas. Le vas a agregar toda la salamandra y la rana en puros pedacitos a la cocción, ¿comprendiste bien “pelos güeros”? —pregunta la voz misteriosa.
—Sí, es simple. ¿Y luego? ¿Cómo se aplica? —pregunta Nill.
—Es muy simple. Las tripas del pescado tienen el veneno; digo, la sustancia que le va a dar un mal olor a la persona que tome la poción mágica, en este caso, Reynard. La salamandra naranja anula todo sabor de la cocción, la rana púrpura retarda el efecto del veneno; digo, de la poción por días, para que no te descubran. Parecerá que adquirió ese mal olor de manera natural, así Helen no lo aguantará cerca de ella. En la fiesta utiliza un poco en el vino o comida de Reynard, luego me comentas cómo te fue.
—Bueno, siendo así, deja hago la cocción de una vez —comenta Nill, alegremente.
Al otro día, en la casa de Helen, llegaron Nill y Reynard puntuales a la cita. En el interior de la casa las mesas ya estaban servidas; había ricos pescados, almejas y vino de distintos tipos. Conviven un buen rato, Thane, el papá de Reynard, aún no había llegado.
Después de comer y platicar, comenzaron a tomar una copa de vino. Reynard salió un momento a ver si lograba divisar a su padre en algún lugar cercano, pero no tuvo éxito y regresó a la mesa, muy pensativo. Nill, mientras tanto, muy sigilosamente echó un poco de su poción en una copa de vino de la mesa y se dispuso a tomar tranquilamente.
Reynard regresó a la mesa, pero su mente se había centrado en su padre, se preguntaba por qué no había llegado, si era muy buen amigo de Harland, el papá de Helen.
En eso se acercó la mamá de Helen a la mesa porque Reynard decidió retirarse repentinamente.
—¿Qué pasa, Helen? —pregunta Elisa.
—Ya se va Reynard, mamá, porque su papá no aparece por ningún lado. Ya le hemos mandado hablar y nada más no llega —contestó Helen.
—¿Cómo que ya te vas? Siquiera tómate una copa de vino conmigo, está muy rico este vino —le invitó Nill a quedarse.
—¡No! Gracias, en verdad me tengo que ir, sigan tranquilos —se disculpó Reynard y se retiró del lugar.
En ese momento, Helen acompañó a Reynard a la puerta, Elisa acompañó a Nill en la mesa.
Nill había perdido de vista la copa que tenía su poción mágica, ni siquiera se había dado cuenta de que el vino se lo acababa de tomar Elisa, estaba tan pensativo en la retirada de Reynard.
—Bueno, ya ha llegado mi hija, los dejo platicar, ya me voy a descansar porque creo que ya se me subieron las copas —comenta Elisa, algo mareada.
Nill se sentía muy feliz en aquel lugar solo con Helen, se le quedó viendo fijamente a la copa de vino con su pócima mágica; estaba vacía. Debo tirar ese vino con mi pócima; se fue Reynard, no vaya a ser que se lo tome alguien. Tomó la copa y se dio cuenta de que estaba vacía y no lograba recordar en qué momento se vació.
Incluso temía que él mismo se la hubiera tomado, entonces, haciendo memoria, recordó que probablemente fue Elisa y, a consecuencia de ello, se había sentido mal y se había retirado.
Nill se espantó de inmediato y ahora no sabía cómo solucionar lo ocurrido. Lo mejor ahora era callar y llevarse el secreto a la tumba. Solo esperaba haberse equivocado con el pez y que en realidad no fuera venenoso como se decía.
Por otro lado, Reynard encontró a su padre en casa, sentado en una silla muy pensativo.
—¿Por qué no fuiste a la comida? —pregunta Reynard serenamente.
—Porque en el camino me he encontrado con esto, mira —comenta algo preocupado, sosteniendo en sus manos un saco con los restos de la cocción de Nill.
—Parecen vísceras de un pescado y trocitos de rana o de algo así —responde Reynard, algo extrañado y pensativo.
—¡Exactamente! De donde venimos ya sabes para qué se utiliza. Por ello las he recogido, no quiero que piensen que somos tú o yo los que andamos haciendo esto. ¿Nos querrán culpar de algo y correr?, ¿no nos querrán más por aquí? O, de plano, ¿hay alguien que sabe más de lo que aparenta y va a hacer alguna maldad? Ponte muy atento, Reynard.
—Claro, debe ser uno de los amigos de Nill, porque esto solo lo consiguen en el lugar a donde fueron —asintió Reynard.
No pasaron muchos días cuando Elisa comenzó a sufrir una rara enfermedad, vomitaba mucho y casi no comía nada, siempre estaba mareada.
Helen estaba muy triste y no tenía ánimos de platicar con nadie, se la pasaba encerrada al cuidado de su mamá, ahora Nill ya no la podía ver.
Nill se había puesto el pie él solo, le salió mal todo con su poción, de lo contrario, estaría con Helen platicando y con Elisa poco a poco viéndolo como un yerno. Se lamentaba de haber hecho tal estupidez.
Un día, Nill, molesto, salió a visitar aquel espantapájaros del pantano.
—¡Oye! Me dijiste que era una poción para el mal olor y Elisa está a punto de morir, ¿qué debo hacer? —pregunta Nill molesto a aquel lugar, no recibió respuesta.
Se quedó en el lugar, caminó de un lado a otro, muy alterado y gritando al viento. Se sentó y se quedó pensando detenidamente en las palabras de aquella voz misteriosa. Dedujo que era un veneno muy poderoso, sin olor, y que trabajaba unos días después de ser ingerido, había condenado a Elisa a morir.
—¿Qué te pasa ahora, "pelos de elote"? ¿Qué milagro que vienes? —volvió aquella voz misteriosa.
—¿Cuál pelos de elote? Me llamo Nill, ya no me digas así —responde Nill, molesto. —¿Verdad que me engañaste? Querías que Reynard se alejara lentamente para que pudieras de alguna manera ocupar su lugar y salir de este espantapájaros, como me comentaste un día, que eso querías.
—¡No! ¡Cómo crees! Tú eres el causante de todo, asume tus consecuencias —le replicó la voz.
—¿Y qué hacemos ahora para que se cure Elisa? —pregunta Nill, visiblemente triste.
—Si quieres te puedo ayudar, debes traer a Elisa a este pantano para pasarle unos polvos mágicos y va a sanar, ya verás —comenta la voz misteriosa.
Nill no sabe si confiar en la voz misteriosa, decide retirarse del lugar muy pensativo.
Al llegar al reino, Elisa ya se ha dormido para siempre, Helen es un mar de lágrimas.
Mensaje
Cuento creado por: Ing. Mauricio López García (LaChayra)
Ilustraciones creadas con tecnología de DALL·E 3