La Carpa Optimista
Había una vez, en la laguna de Yuriria, una zona muy visitada por pescadores porque siempre abundaban los peces. Allí vivía una carpa muy entusiasta, que siempre les comentaba a todos los peces que había un lugar mejor para vivir, sin tantos peligros, al otro lado de la laguna, en una gran charca con canales de aguas tranquilas y sin redes.
Una mojarra, que no estaba tranquila ni consigo misma, se molestaba cada vez más por los comentarios de triunfo y éxito de la carpa. Solo se limitaba a protestar y a tratar de contradecir todo comentario positivo.
Un día, la mojarra estaba nadando tranquilamente en aquellas aguas calmadas de la laguna, pensando en la propuesta de la carpa de mudarse. Se detuvo por un momento y, de pronto, apareció frente a sus ojos, rozando su trompa, una enorme red que cubría todo el frente. Con unos escalofríos que le erizaron las escamas, fue retrocediendo poco a poco hasta ponerse en un lugar seguro, y entonces logró respirar.
—¡Híjole!, por poco y me enredo en esta red tan tenebrosa —pensó la mojarra, aún temerosa.
Al poco tiempo, la mojarra comenzó a nadar en sentido opuesto a la red y vio que se aproximaba hacia ella la carpa optimista, en dirección a la red.
—¡Debo advertirle de la red que casi me atrapa! —pensó para sí—. No, mejor no le digo nada; que su optimismo le advierta.
Después de nadar un tiempo, a la mojarra le entró la duda sobre la suerte de la carpa optimista y decidió nadar rumbo a aquella red con mucho cuidado. Para su sorpresa, la carpa estaba atrapada en la red. Se alegró tanto por la mala fortuna de la carpa que comenzó a insultarla para echarle abajo su espíritu entusiasta.
—¡Híjole!, se ve que estás bien atrapada en estas redes —comenta la mojarra echando un vistazo.
—Así es, amiga, he caído en esta red por descuidada —responde la carpa con calma.
—Lo malo es que mañana temprano la van a sacar y no se ve cómo te puedas soltar —dijo la mojarra, tratando de asustar a la serena carpa.
—Así es, amiga. Sin embargo, sé que voy a salir de este problema; aún no sé cómo, pero lo voy a lograr, ya verás —responde la carpa, más serena, logrando con esto que se manifestara el verdadero sentimiento de la mojarra.
—Pues yo lo dudo mucho y creo que tu optimismo ahora no te va a ayudar en lo más mínimo —confesó la mojarra con amargura.
La mojarra regresó al área de la laguna donde todos conocían a la carpa entusiasta, pero no dio aviso a los demás de la suerte que había corrido esta en aquellas redes. “Si les digo, posiblemente vayan en su auxilio y, de alguna manera, la van a desatorar; mejor no digo nada y que la rescate su optimismo”, pensó para sí la mojarra.
Pasó toda la noche y nadie sabía nada de la carpa entusiasta, lo que les extrañó mucho, y comenzaron a preguntarse entre todos: "¿Dónde está?". Al día siguiente, emprendieron la búsqueda por los lugares donde la mojarra les decía que buscaran. Esta los enviaba por distintas direcciones para que nunca dieran con la carpa. Sabía que era cuestión de tiempo el levantamiento de aquellas redes.
Se escapó la mojarra un rato para revisar y visitar a la carpa, y le propinó más insultos.
—Tú tan optimista y buscando lugares tranquilos para vivir; fíjate dónde has caído. Es cuestión de minutos para que partas al otro mundo —dijo la mojarra, muy inquieta y buscando un rasgo de miedo en el rostro de la carpa, que tomaba todo con calma.
—¿Le has comentado a los demás mi situación, amiga? —pregunta la carpa a la mojarra.
—¡No! Estoy esperando a que te salve tu optimismo y entusiasmo. De hecho, les he desviado en su búsqueda —comenta la mojarra indiferente—. No deben tardar en levantar esta red y te irás con ella irremediablemente.
—Has hecho bien, amiga. Así no voy a dar lástima y ningún pez correrá peligro alguno por mi culpa. Te lo agradezco tanto —responde la carpa serenamente y con una sonrisa en su cara. La mojarra no se explicaba la forma de pensar de aquella carpa, condenada a morir en unos segundos más.
Un pequeño grupo de peces se percató de que la mojarra había encontrado a la carpa y se llenaron de alegría porque creían que la mojarra acababa de encontrarla.
—¡Qué buen plan, mojarra, has encontrado a la carpa! ¡Lástima que está atrapada en una red! —dijo un pez.
—Voy por ayuda —dijo la mojarra y se alejó nadando; sin embargo, solo quería retirarse del lugar.
Los peces se quedaron a platicar con la carpa y esta no les dijo nada de la grosera actitud de la mojarra ni del odio que sentía hacia ella. Hicieron lo que pudieron, pero no lograron sacar a la carpa optimista de aquellas redes y, al contrario, se enredó más.
La carpa les dio indicaciones para que se retiraran del lugar porque no quería que alguien más quedara atrapado a causa de ella.
Todos los peces querían ayudarla a escapar, pero no tuvieron éxito. La vida de la carpa estaba condenada; sin embargo, ello no era suficiente para que decayera el ánimo y optimismo de la misma.
Ya muy de noche, cuando todos los peces dejaron a la carpa, platicaban en sus cuevas.
—Qué pena con la carpa, tenía que pasarle esto a la más optimista de todas nosotras.
—Tal vez es un castigo por ser entusiasta. Si ya estamos condenados en esta charca desde que nacemos, aceptémoslo todos —dijo la mojarra, y a ningún pez le gustaron sus comentarios, por lo que decidieron dejarla sola.
La mojarra disfrutaba nadando hacia la carpa en las redes, para hacerle decaer su espíritu y hacerla enojar.
La carpa no sabía si era peor estar en las redes esperando la muerte o bien escuchar a la mojarra tan pesimista. Poco a poco, la carpa se fue relajando más y más, y el enredo de las redes fue cediendo hasta llegar a un simple atorón.
—¡Lo ves, amiga! Ya casi estoy libre. Es una suerte que no hayan recogido la red ayer; soy muy afortunada —dijo la carpa serenamente.
—¡Eso qué! No te lograrás salvar nunca, ya estás condenada, tienes el fracaso en tus ojos pero no lo quieres ver —dijo la mojarra.
—Amiga mojarra, voy a salir de esta, ya lo verás —dijo la carpa con voz serena.
En eso, la red comenzó a agitarse mucho; los humanos la estaban arrastrando fuera del agua. Le había llegado la hora a la carpa optimista. Todos los peces, por la mañana, lograron ver el arrastre de la red y cómo desaparecía en la superficie.
La carpa, tranquilamente y sin hacer movimientos bruscos, se veía sonreír un poco, con una sonrisa un poco forzada, buscando la manera de soltarse de aquella red sin conseguirlo.
Se fue perdiendo de vista la carpa en aquella red en la superficie del agua hasta que quedaron aquellas aguas tranquilas. Todos los peces se dieron la media vuelta y regresaron a sus cuevas, reflexionando sobre la filosofía de aquella carpa que tantos buenos puntos de vista les había dado.
—Todo lo que decía la carpa solo eran palabras sin respaldo. Miren dónde está ahora. Dejen de estar comentando más relatos de esa perdedora. Somos más triunfadores nosotros por el simple hecho de que seguimos con vida. ¡Ya entiéndanlo! Y dejen de hablar de ella —dijo molesta la mojarra.
Sin embargo, los peces se sentían con un gran vacío en sus vidas. Nadaban lentamente cuando se escuchó un grito.
—¡Esperen, amigos, espérenme! —gritó fuerte la carpa a sus amigos.
—¡Miren!, es la carpa, está libre otra vez —dijo un pececillo.
—¡Es verdad! ¿Qué pasaría con ella? ¿Por qué la regresaron al agua los humanos? —se preguntó la mojarra, muy pensativa.
—Amigos, ya llegué nuevamente con todos ustedes. Sabía que todavía no me tocaba y, en caso de que así fuera, ya estaba preparada para partir —confesó la carpa, muy contenta.
Lo que sucedió fue que el humano que la capturó sabía que las carpas son muy espinosas; tienen muchas espinas en su carne, lo que hace muy complicado poder comerlas y optó por regresarla al agua.
El grupo de peces se fue nadando muy contento a la zona donde habitaban, mientras que la mojarra se quedó nadando por detrás de todos ellos, escuchando todo lo que podía.
La carpa guardó el secreto de la mojarra traicionera para que no la vieran con malos ojos en la colonia; además, no le importaba en absoluto la vida de esta porque ella vivía en paz consigo misma y no necesitaba de los demás para sentirse tranquila.
La colonia ahora tomaba en cuenta cada comentario de entusiasmo de la carpa. La mojarra trataba de vivir su vida sin que le afectara la vida de los demás, pero le costaba mucho trabajo dedicarse a sus propios asuntos porque toda la vida había sido muy enojona y envidiosa con todos los que la rodeaban.
La mojarra logró deducir que a los peces más optimistas y sonrientes les es mucho más fácil relacionarse con más pececillos. Se encontraba un poco confundida y analizando su manera de ser con los demás. Fin.
Mensaje
* La gente con mentalidad perdedora y acomplejada ve en todos un perdedor y un futuro fracasado, mientras que la gente ganadora y triunfadora ve en todos un posible ganador y un futuro éxito.
* La persona triunfadora, aunque esté en la lona, nunca está derrotada, mientras que la persona perdedora, aunque esté de pie, ya está derrotada.
* La persona perdedora tiene miedo de tropezar en la vida porque sabe que caerá en el fracaso, mientras que la persona ganadora sabe que un tropiezo es parte del aprendizaje para alcanzar el éxito.
Cuento creado por: Ing. Mauricio López García (LaChayra)
Ilustraciones creadas con tecnología de DALL·E 3