La Golondrina Nocturna

Había una vez una camada de golondrinas jóvenes que comenzaban a tener sus primeras clases de vuelo. No pasó mucho tiempo hasta que la mayoría de ellas empezaron a volar cada vez mejor, logrando hacer alguna que otra destreza o maniobra aérea.

Todo transcurría con normalidad, como en todas las camadas de golondrinas: aprendían a volar y afinaban día a día los vuelos a altas velocidades.

De toda la camada de golondrinas, había una en particular que resaltaba por su agilidad en el vuelo. A su temprana edad, Golly desarrollaba altas velocidades y esquivaba obstáculos apenas a pocos centímetros de distancia. Por esta razón, se ganó la popularidad en aquella colonia de golondrinas.

Un día amaneció con mucho aire. Las golondrinas más experimentadas se quedaban en sus respectivos árboles y no emprendían el vuelo a menos que fuere realmente necesario. Golly quiso nuevamente mostrar su habilidad y valentía para surcar los cielos turbulentos; sin embargo, desde esa vez ya nada sería igual.

Golly se lanzó al aire de un solo salto y comenzó a hacer una serie de vuelos y maniobras muy arriesgadas. Hasta ese momento todo le iba saliendo bien, hasta que de pronto, se perfilaba a gran velocidad hacia su rama de descanso y una corriente de aire la atrapó, haciéndole perder el equilibrio. Erró en su maniobra y quedó estrellada entre las ramas de un gran mezquite, colgando de un ala de una gran espina. Golly quedó medio muerta y perdió el conocimiento todo el día, hasta que llegó la noche.

Golly despertó de noche y con mucho esfuerzo logró desengancharse de aquella espina. Pasó la noche agazapada en una rama, muy malherida. Al amanecer, sus amigas las golondrinas volaban y volaban, pero Golly estaba tan mal que no tenía ánimos ni de comer un pequeño gusano.

Esa noche Golly regresó con sus amigos a dormir, pero ya no era la misma; toda la alegría y vitalidad que tenía se había esfumado, en lugar de ello tenía dolores de cabeza y un ala casi rota.

Pasaron unos pocos días y el ala de Golly estaba casi recuperada; sin embargo, Golly nunca sería la misma porque comenzó a perder la vista poco a poco. Cada día veía menos, el golpe le había afectado mucho.

Llegó el momento en que Golly solo distinguía bultos grandes; las pequeñas ramitas ya no las divisaba bien y se maltrataba sus ojos con las mismas.

Debido a su gran problema de vista, Golly comenzó a frecuentar zonas de alimentación menos complicadas, sin obstáculos prácticamente, y así pasó un tiempo. Pero su suerte no había terminado aún, la luz del sol le comenzó a irritar sus ojos a un grado que no la soportaba y le lloraban mucho. Solo sentía descanso al cubrir sus ojos con sus alas. Debido a su estado, Golly no se alimentaba de día porque el sol le lastimaba bastante, y por las noches no aguantaba el hambre; por lo que fue cambiando sus hábitos de comer y comenzó a alimentarse por las noches.

Golly comenzó a caer en una profunda depresión porque ahora todas sus compañeras eran muy buenas volando y ella sufría simplemente para mantenerse con vida, más aún porque le gustaba tanto volar a grandes velocidades. Sin lugar a dudas, se sentía terrible. Poco a poco se fue quedando sin amigos que le visitaran en su rama de descanso.

Una tarde, Golly decidió perderse en el bosque en busca de su muerte. Se adentró saltando entre ramas y rocas del lugar; había nublado su sentimiento del miedo, por lo que no sentía temor alguno de las criaturas de la noche.

Se quedó estática en una roca al escuchar un chillido muy fino y completamente desconocido a unos centímetros de ella.

—¡Ha llegado mi hora! —dijo para sus adentros.

—Hola amiga, ¿te vas a comer este chapulín o me lo como yo? —se escuchó una voz entre la oscuridad.

—¿Cuál chapulín? —responde Golly, sorprendida.

—Bien, entonces me lo como yo —responde la voz misteriosa, se escuchó un crujido; alguien masticaba desesperado su comida.

—¿Quién y qué eres tú? —pregunta Golly.

—Soy un murciélago y me llamo Muca, ¿y quién eres tú? —pregunta Muca el murciélago.

—Soy Golly, una golondrina ciega que no quiere vivir más —responde tristemente Golly.

Pasó el tiempo, Golly y Muca se hicieron grandes amigos, encontraron una manera de reunirse incluso en la oscuridad total por medio de sonidos y chillidos. Muca le enseñó a Golly cómo desplazarse en la oscuridad total utilizando los chillidos y el oído. Se hizo rutina que buscaran comida juntos por algunas noches.

Debido al problema de Golly en su cabeza por aquel fuerte golpe, esta había desarrollado un sentido del oido muy fino, los sonidos fuertes le causaban migrañas, los sonidos muy bajos los lograba escuchar con claridad así como ubicar la dirección de su origen.

—Oye, ¿por qué me dijiste que te querías morir? —pregunta Muca, el murciélago.

—Es que en un tiempo yo era popular y ahora ya no sirvo para nada, más que para alimentarme de noche y eso cuando logro encontrar algún grillo, que hacen mucho ruido, porque si no fuera por estos ya estaría en el otro mundo —contestó Golly tristemente.

—¡Oh, ahora entiendo! —susurró Muca, algo triste por su nueva amiga.

Un día llegó una inesperada tarde helada que hacía sentir algo torpe a algunas golondrinas. Era una helada como no se había registrado en décadas, y eso que el sol apenas había dejado de brillar en el horizonte. Golly escuchaba susurros y rumores de que eran las últimas horas de toda la colonia de golondrinas, porque no tenían escapatoria a la helada en las horas de la noche, cuando la temperatura bajaría algunos grados bajo cero. Sabían que les esperaba una muerte dolorosa y larga.

Las golondrinas estaban tan tristes que comenzaban a asimilar su muerte, cuando de pronto Golly comenta:

—Yo tengo una salida para salvarnos. Necesito que me sigan volando ahorita en la noche a un lugar seguro que yo conozco.

—¡Ahorita!, ¿de noche?, no sabemos volar de noche —le respondieron.

—Confíen en mí. Además, ¿qué pudiera suceder si de todas maneras vamos a morir aquí muy lento? —comenta Golly muy segura de si misma.

Golly se lanzó al vuelo de noche, imitando a los murciélagos lanzaba unos chillidos muy agudos; que solo ella podía escuchar el rebote de sus ecos, las golondrinas siguieron cuerpo a cuerpo a Golly sin perderla de vista una tras otra en aquel gran bosque.

Golly las llevó a una gran cueva donde vivía su amigo Muca, las golondrinas pudieron pasar la helada bajo techo y en un ambiente cálido, lo cual salvó la vida de toda su colonia.

Al día siguiente, toda la colonia le agradeció a Golly por su proeza y su nueva habilidad. Se sentían más seguros teniendo a Golly cerca para alguna otra emergencia.

Los buenos comentarios levantaron la moral de Golly, la hicieron sentir importante para su colonia, devolviéndole las ganas de vivir y estar velando por la misma. Fin.

Mensaje

* Si por alguna razón o circunstancia del destino se te ha esfumado un sueño que tenías y era tu mayor anhelo, no decaigas en tu ánimo y levanta la mirada. Sigue luchando y encontrarás un gran motivo para seguir adelante. Acóplate a los cambios y busca tus nuevas virtudes y fortalezas.


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Cuento creado por: Ing. Mauricio López García (LaChayra)

Ilustraciones creadas con tecnología de DALL·E 3