La Tortuga de las Semillas



Había una vez, una gran pradera feliz, rodeada casi en su totalidad por grandes montañas a excepción de un pequeño tramo de unos cuantos metros en el cual pasaba una carretera de vehículos, justo al otro lado había otra gran pradera de fieras hambrientas; la habitaban en su mayoría depredadores como: leones, hienas y leopardos muy hambrientos porque ya casi se habían devorado a todos los animales de esa zona.

Los leones y otras fieras salvajes no podían pasar de día a la pradera feliz, porque el único lugar por el cual se puede tener acceso es por el estrecho de la carretera y de día pasan muchos vehículos, los cuales les pueden atropellar y matar.

Cuando los leones entraban de noche a la pradera feliz para alimentarse, éstos estaban obligados a salir de la misma antes de que se haga de día, porque los humanos solían cazar en el área y al ser una zona cerrada por montañas no pueden esconderse de las balas y mucho menos escapar.

En la pradera feliz vivían muchos animalitos los cuales se escondían de las bestias en un pequeño bosque ubicado a las faldas de unas montañas, entre esos animalitos vivía una tortuga adulta a la cual se le ocurrió una gran idea; deseaba plantar muchos arbolitos en la boca de la pradera, a un costado de la carretera para que las bestias de la noche no puedan entrar en unos años más adelante.

La tortuga muy confiada en su proyecto para salvaguardar la seguridad de los animalitos del bosque y tener una mejor calidad de vida en un futuro, fué visitando a cada uno de los animalitos para contarles el nuevo plan y para que le puedan ayudar a plantar árboles en la frontera de la pradera, de esta manera se les complicaría demasiado el acceso a los leones.



La tortuga paso a paso caminó hasta unos pequeños arbustos donde descansaban unos conejos. La travesía le había llevado más de medio día el poder llegar hasta ellos.

—¡Amigos!, tengo un gran plan para librarnos de los leones por las noches y dormir tranquilos —les comenta la tortuga alegremente.

—¡De verdad!, y ¿cuál es ese plan? —pregunta un conejo muy asombrado y visiblemente contento.

—Es buenísimo y simple, solo tenemos que plantar muchos árboles al lado de la carretera para que los leones no puedan pasar y el que lo intentare posiblemente hasta le atropelle un gran camión —comenta la tortuga muy entusiasta.

—Me gusta lo del camión y eso del atropellamiento ¡Fíjate! —dice un conejo muy pensativo al otro— lo que no me gusta es el tener que plantar los árboles, porque todos los animales del bosque se reirán de nosotros y pensarán que hemos enloquecido, ¡Ya los conoces como son!, no apoyan en nada y cada quien se la juega a según sus virtudes y destrezas, por ejemplo nosotros, somos ágiles y pequeños, fácilmente nos podemos escapar y esconder de sus mandíbulas.

—¡Pero no viven tranquilos!, siempre están cuidando sus espaldas, hagamos de está pradera un lugar tranquilo para vivir todos juntos —insiste la tortuga, puesto que ha caminado todo el día para darse por vencida tan fácilmente.

—Creo que sí es un buen plan, pero a pesar de que te ayudemos a plantar los árboles tardarán mucho tiempo en crecer y cuando apenas sean unos retoños, nuestros vecinos les comerán y no dejarán que se desarrollen… al parecer sí es una misión imposible —comenta un conejo notoriamente desanimado.

—Amiga tortuga, ve con los demás y luego nos dices quién ha decidido acompañarte, igual y nos unimos después —comenta el conejo.



Una vez que la tortuga se ha retirado un poco de aquel lugar, los conejos comentan:

—¿En verdad vas a ir a plantar árboles?

—¡Nooo, como crees!, solo fíjate como camina, le llevará una eternidad visitar a todos los animalitos del bosque —responde.

—¡Ya te entendí!, solamente le diste por su lado —dice en voz baja el conejo.

Ya de camino a la madriguera la tortuga saca cuentas de los meses que le llevaría juntar a todos los animalitos, entonces decide plantar la frontera de la pradera ella sola.

Piensa que en lugar de perder el tiempo visitando a todos los animalitos del bosque mejor comienza con el plantado y ya los animalitos que le pregunten seguramente se le unirán a la causa.

Unos cuervos al ver que la tortuga planta una semilla, la sacan y se la comen, así pasan unos días hasta que la tortuga se da cuenta y les echa un discurso.



—¡Ingratos ya les he visto!, por favor dejen las semillas donde están, ustedes tienen la manera de desplazarse rápidamente por toda la región, lo suyo es solo maldad —dice la tortuga muy molesta y cansada.

—¡Ja ja ja ya nos descubrió tú! —dice un cuervo al otro.

Un día, cuando la tortuga estaba plantando una semilla a la orilla de la carretera, se orilló un camión y la atropelló; le pasó una gran llanta lentamente por encima, parecía una gran montaña para la tortuga, ¡Casi muere aplastada!

El camión le deja muy mal con su coraza casi rota y muy adolorida, sin embargo; no puede parar en su misión y con paso más lento de lo normal decide seguir sembrando semillas.

—¿Qué es lo que haces tortuga? —le pregunta un venado.

—Voy a plantar árboles a la orilla de la carretera para que no entren los leones en la noche —responde.

—¡Ah y eso!, ¿por qué? —pregunta nuevamente.

—Pues para estar más tranquilos en nuestra pradera, ¿me ayudas? —pregunta la tortuga.



—¡Híjole amiga!, tengo que hacer mucho ejercicio para estar en buenas condiciones para escapar a las embestidas de los leones, sino con mucho gusto te ayudaba —responde el venado retirandose del lugar.

Poco a poco todos los animalitos del bosque veían como pasaba la tortuga con sus semillas en la boca durante muchos meses y ni siquiera se miraban los retoños de los árboles.

Un día los conejos se le acercaron a la tortuga.

—Cesa en tu tarea tortuga, no te ha dado fruto alguno y solo esfuerzo en vano estás haciendo —comentan notoriamente preocupados.

—Pues si no me ayudan menos voy a terminar —dice la tortuga un poco triste y cansada.

Los conejos se retiran del lugar con las orejas agachadas pero deciden no ayudar.

Un día lluvioso, la tortuga se encuentra con un zorrillo en su camino, éste descansaba sin preocupación alguna, la tortuga al llegar a éste se detiene y se dispone a descansar un poco.



—Te he visto tantas veces sembrar tus semillas —le dice el zorrillo moviendo la cabeza de un lado a otro— todos los animales del bosque hablan de tu locura.

—Sí… pero nadie me ayuda —dice muy triste la tortuga limpiándose un par de lágrimas.

—Bueno, si gustas yo te puedo ayudar a cuidar las semillas para que no se las coman los perversos cuervos, he visto como juegan a encontrar tus semillas —dice el zorrillo conmovido por el esfuerzo de aquella tortuga.

La tortuga se pone muy contenta porque ha encontrado al primer animalito que le va a ayudar a plantar los árboles.



En uno de sus viajes, la tortuga se encuentra con una ardilla.

—Te iba a ayudar a sembrar tus semillas, pero veo que tienes un zorrillo apestoso en la orilla y huele horrible, mejor ya no te ayudo —comenta la ardilla retirándose brincando del lugar.

“Bueno, no importa que huela mal, lo importante es que crezcan las semillas y sean grandes árboles”, piensa para sí la tortuga.

Un día los leones entraron a la pradera y pasaron toda la noche comiendo y matando una gran cantidad de animales de todos tipos, colores, tamaños y sabores.

Se dieron un festín, incluso la tortuga que aún se encontraba a mitad de camino de su guarida le tomaron unas grandes mandíbulas, le sacudieron mucho lastimando su estructura y dejándole una herida abierta.

Esa noche no pudo regresar a su guarida y se quedó toda la noche fría con la pansa para arriba y agonizante.



En la mañana los animalitos se visitaron entre sí para ver las bajas que habían tenido, como era costumbre el zorrillo esperaba a la tortuga pero ésta no se aparecía por ningún lado, por lo tanto; decidió ir a buscarla y darle la noticia de la matanza de animalitos.

No caminó mucho cuando encontró a la tortuga agonizante la cual le pedía que fuera a su guarida por un puñado de semillas.

El zorrillo le dio la vuelta a ésta para que repose y decidió ir rápidamente, sin embargo; éste no sabía dónde estaba tal guarida y en su andar por el bosque llamó la atención de todos los animalitos los cuales le veían muy triste y desesperado en su búsqueda.

—Alguien sabe ¿dónde está la guarida de la tortuga?, es que agoniza —grita el zorrillo a cada rato mientras corre de un lado a otro.

Tal alboroto hizo que muchos animales le siguieran y le guiaran a la guarida, el zorrillo tomó un puñado de semillas y se las llevó a la tortuga.

Muchos animalitos del bosque al darse cuenta de la noticia decidieron ir a ver como se encontraba de salud.

Una vez que llegó el zorrillo con su amiga, ésta aún vivía, pero; se notaba en su semblante la gran fatiga y el dolor de sus heridas.

—¡Aquí están las semillas amiga!, ¿qué hago con ellas? —pregunta el zorrillo muy agitado.

—Dame una y trae contigo las demás, vamos a sembrar mi última semilla —dice la tortuga tomando una semilla en su boca.



Al querer desplazarse no le era posible porque tenía una gran herida en una de sus patas traseras, se llenan sus ojos de lágrimas porque cada pequeño movimiento le causa un gran dolor, pero sigue su andar con paso mucho más lento.

Los animalitos le seguían con sus miradas y se preguntaban unos a otros, el ¿por qué? la tortuga sigue en su lucha por sembrar semillas, sabían que era cosa de tiempo para que muera.

Era tan lento y doloroso ver como se desplazaba la tortuga con la semilla en su boca, que muchos animalitos apostaron a que no iba a llegar al borde de la pradera.

Después de un buen rato, la tortuga tomó un poco de ritmo al arrastrase, que incluso los animalitos se alegraron porque sabían que al menos iba a cumplir el sueño de sembrar su última semilla.

Para ese momento la tortuga ya tenía muchos animalitos que le observaban y platicaban entre sí. Veían con asombro la voluntad y espíritu de aquella tortuga moribunda.

Los conejos llegaron hasta donde está la tortuga.

—¿Podemos ayudar empujándote para que llegues al borde de la carretera? —preguntan un poco preocupados.

—Mejor vayan por una semilla y me alcanzan para sembrarla juntos —responde la tortuga.

Los animalitos del bosque al ver como la tortuga se gastaba su último suspiro decidieron ir cada uno por una semilla para sembrarla junto con la tortuga.

Una vez terminada la tarea todos se sintieron parte del proyecto que se dieron cuenta que la idea era muy buena si todos se ponían de acuerdo y luchaban juntos por un mismo objetivo.

—¿Podemos hacer algo por ti? —preguntaron todos.

—Sí, mañana y los días que puedan sigan plantando semillas y cuiden de esos arbolitos, que con el tiempo serán nuestra muralla —responde la tortuga muy cansada pero feliz.

Pasaron los días y los animalitos del bosque hicieron rutina el ir a sembrar una semilla, los conejos cuidaron de la tortuga y ésta se logró recuperar.

En el borde de la pradera crecieron tantos árboles y arbustos que los leones no pasaron más. Fin.

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Cuento creado por: Ing. Mauricio López García (LaChayra)

Ilustraciones creadas con tecnología de DALL·E 3