El Gavilán Gavy busca la alegría
Había una vez, lejos de cualquier civilización humana, en las cumbres de unas montañas, una colonia de gavilanes de la cual destacaba Gavy; un gavilán joven, valiente, fuerte y ágil que era el orgullo de aquella colonia.
Elena, una gavilán hembra, tomaba serenamente al amanecer las corrientes de aire ascendentes. Era un ejemplo para todas las hembras porque sus actos y sus palabras estaban llenos de sapiencia y sabiduría. Su compañía era sin igual, especialmente para Gavy, con quien muchas veces paseaba por toda la región. Sin embargo, su corazón no era de Gavy; suspiraba por otro gavilán un poco más maduro mental y físicamente.
—Elena, ¿te gustaría ser mi pareja por siempre? —pregunta Gavy, un poco nervioso— ya lo he pensado y creo que haríamos muy buena pareja, además me gustas mucho.
—Lo siento Gavy, mi corazón ya le pertenece a otro gavilán, de lo contrario te lo daría sin ninguna condición con todas mis ganas. Lamento rechazar la oferta pero no puedo decidir en mi corazón —responde Elena serenamente.
—Pero, tú eres muy buena, no seas mala, dame una oportunidad —comenta Gavy tristemente, sabiendo que se le va la paloma (bueno, la gavilana).
—Gavy, eso no tiene nada que ver. Al igual que tú tienes derecho de elegir a tu pareja, yo también tengo derecho a elegir y deseo que respetes ese derecho mío y no me obligues a una vida que tal vez no quiera —responde Elena sabiamente.
—Bueno, ¿y qué puedo hacer para ganarme tu corazón? —pregunta Gavy como último recurso.
—¡Nada Gavy! Mi corazón hace tiempo que no es mío, lo he depositado en Regga y pronto lo daremos a conocer a todos —responde Elena serenamente.
—¿Ya se van a unir en pareja? ¡Qué tonto soy! Discúlpame Elena, deseo que te vaya muy bien, adiós —responde Gavy, muy triste levantando el vuelo.
—Gracias Gavy, sabía que lo entenderías —responde Elena gritándole a Gavy que estaba en pleno vuelo.
Con el paso de los días, Gavy quiso hacer normalmente lo que cada día hacía, sin embargo; estaba muy decaído y triste, no deseaba volar los alrededores, cazar y mucho menos jugar con sus amigos debido a su gran tristeza. Le lastimaba ver a Elena volando libremente y sonriendo.
Cada día se podía ver más a menudo a Elena junto a Regga volando por los alrededores, razón por la cual Gavy se mantenía en el árbol de descanso sin ánimos de salir a volar. Era un gavilán muy listo, pero esos acontecimientos eran nuevos para él y de plano le sacaron de juicio, decidió ir a otro lado a buscar la alegría perdida. Preguntó a sus compañeros dónde está la alegría, porque quería ir en su búsqueda, debido a que últimamente estaba muy triste.
—Amigo, estoy muy triste porque Elena ha elegido a Regga para pasar sus días y yo la quiero tanto —dijo tristemente Gavy a su amigo.
—Ni modo Gavy, pues así son las cosas —responde su amigo— ¿por qué no sales de la colonia un tiempo para ver si se te pasa esto?
—¿A buscar la alegría afuera? —pregunta Gavy muy pensativo.
—¡No!, solo digo que te des un tiempo afuera —confirmó su amigo.
—Iré a buscar mi alegría afuera porque aquí solo dolor recibo cada vez que veo a Elena con Regga —dijo resignado a partir— deséame suerte amigo.
—Suerte Gavy —dijo su amigo.
Gavy tomó vuelo y voló sin rumbo fijo, perdiéndose en el horizonte en busca de la alegría.
Pasaron algunos días de volar sin rumbo fijo y no sentía alivio a su dolor tan grande que comenzó a observar a los animalitos del bosque cautelosamente para ver si en alguno de ellos existía la alegría que a él tanto le faltaba.
Decide detener su viaje y posarse en un viejo árbol, ocultándose un poco en las sombras para no ser descubierto. Al poco tiempo llegaron un par de torcazas que se acomodaban para pasar la noche.
—Hola amigos, disculpen, estoy buscando la alegría, es que la he perdido —dijo Gavy en tono bajo— yo veo que ustedes viven tan sonrientes y tranquilos, seguramente gozan de mucha alegría.
—¡Sí, así es! Estamos contentos y felices porque somos libres; la libertad es la bendición más grande que puedas tener —dijeron las torcazas muy confiadas.
—¡La libertad, eh! Pues esa ya la tengo y sin embargo; siento que me falta algo, siento un gran vacío dentro de mí —dijo tristemente Gavy, mientras emprendía el vuelo.
—¡Oye tú! ¡Es un gavilán quien nos estaba hablando! —le dijo una torcaza a la otra, llena de terror, debido a que los gavilanes suelen comer torcazas.
Mientras volaba en la noche, aún seguía buscando la alegría que le faltaba a su corazón. En su vuelo logra visualizar unos pequeños bultos oscuros que posan en algunos árboles; vio un par de aleteos e inmediatamente se dio cuenta de que se trataba de unos cuervos, estos se preparaban para descansar y a los cuales les preguntó:
—Amigos, disculpen, he perdido mi alegría. ¿Alguien sabe dónde la pueda encontrar? —pregunta Gavy, mientras reposaba un poco.
—La alegría amigo, está por todas partes y en ningún lugar; todo depende de lo que tengas dentro de ti —responde un cuervo, emprendiendo el vuelo porque no les gusta la compañía.
Gavy decide pasar la noche en aquel bosque.
Al salir el alba muy temprano, Gavy se siente aún más triste y solo. Sin lugar a dudas, lejos de mejorar al buscar un remedio a su dolor, iba empeorando. De pronto, logra ver a lo lejos unos buitres que volaban en círculo alrededor del cadáver de un animal; se acerca cuidadosamente a uno para preguntarle:
—Amigo, ¿dónde crees que está la alegría? —pregunta Gavy, gritándole al buitre en pleno vuelo.
—La alegría amigo, está en estar vivo y no en ser un cadáver —responde el buitre a la ligera, porque se moría de hambre.
Gavy decide seguir volando en línea recta, preguntándose a quién podría recurrir que le pudiera ayudar.
De pronto, encuentra una parvada de patos migratorios a los cuales se les une en el vuelo y pregunta:
—Amigos, ¿dónde está la alegría?
—La alegría está en poder migrar grandes distancias y conocer muchos lugares espléndidos; no hay cosa más maravillosa —dijo un pato, visiblemente muy contento.
Gavy se fue con ellos a probar suerte. Pasó horas y horas volando sin parar, pero su corazón seguía vacío; los patos notaron que estaba muy triste y decidieron mandarlo con el cóndor del altiplano, el cual era muy sabio debido a su gran edad.
Una vez que Gavy llegó con el cóndor del altiplano, le platica cómo fue que perdió su alegría y que quería recuperarla.
—La alegría existe y es distinta para todos y siempre está en constante movimiento, querido amigo. Por ejemplo: lo que ahora hace feliz a un individuo, en un lapso de tiempo ya no lo alegrará más porque otro evento ha tomado el lugar más importante de su vida —dijo tranquilamente el cóndor sabio—. Es difícil compensar cualquier pérdida porque nada en la vida es igual a otra cosa; cada cosa tiene su esencia y características que le hacen únicas en el mundo.
—A ver, espérate que no estoy entendiendo nada. Platícamelo más simple —responde Gavy, muy confundido.
—Es simple, mira; si tu herida es de amor, no existe ningún lugar a donde puedas ir para olvidar o encontrar la alegría. Mejor toma el tiempo como uno de tus aliados para madurar la herida y acostumbrarte a estar sin ella —comenta el cóndor sabio.
—¡Pero es que no puedo! Parece imposible lo que me estás pidiendo, me siento el gavilán más solo del mundo —responde Gavy inquietamente, se notaba su desesperación en su semblante.
—Amigo Gavy enamorado, lo tuyo es más simple de solucionar de lo que tú crees —dice confiado el cóndor sabio.
—¿Cómo crees? ¡Si fuera simple, ya lo habría resuelto! —responde Gavy, asombrado.
—Mira gran amigo, dime, ¿cómo estaría tu corazón si ella también te amara, pero lamentablemente estuviera muerta? —pregunta sabiamente el cóndor.
—¡No! Pero esa no es la situación de ahora, me la estás cambiando —responde Gavy.
—Solo limítate a responder mis preguntas —contestó el cóndor y preguntó nuevamente—. ¿Cómo estaría tu corazón si ella también te amara, pero lamentablemente estuviera muerta?
—Pues, seguramente más triste de lo que estoy ahora, porque hoy, aunque no está a mi lado, sé que ella está bien, gozando y disfrutando de la vida plenamente y feliz. Creo que vale mucho más su vida y su felicidad que el amor que pueda tener hacia mí —responde Gavy, muy pensativo.
—Entonces tu tristeza es falsa, gran amigo, porque el vacío que sientes ahora es solo porque eres egoísta y quieres sentirte bien. No te preocupas por la otra parte, solo piensas en tu soledad y no en su felicidad. Tu vacío lo puedes llenar con un poco de su compañía, deseándole buenos deseos, mirándola de vez en cuando, sabiendo que está bien y mostrándole que puede contar con tu amistad para contarte cosas en caso de que se sienta confundida. Imagínate, si estuviera muerta, no habría cosa en la tierra que pudiera llenar siquiera un poco el vacío que sientes. Además, con esto muestras gran madurez y recuerda que el verdadero amor no es egoísta y siempre lo da todo sin condiciones —dijo el cóndor sabio.
—¡Oh, es verdad! Serían cosas muy diferentes. Gracias, amigo cóndor, te debo una. Ahora me retiro a buscarla y desearle muy buenos deseos en su camino —comenta Gavy alegremente, emprendiendo el vuelo—. Me siento feliz nuevamente, ¡gracias, amigo cóndor!
Gavy comprendió que el amor por Elena era más grande que su propio egoísmo y lo que importaba era el bienestar de ella por encima de lo que él pudiera sentir lejos de ella. Fin
Reflexión
En el corazón no se manda y cuando no nos toca simplemente no nos toca, lo único por hacer es superarse y ser mejor día con día para demostrarle a esa persona con hechos que uno también pudo haber sido una buena opción. Toma la fuerza de esa decepción y úsala como combustible para superarte y llegar muy lejos; con el tiempo, ya encarrerado, ya no lo haces para mostrarle a alguien tus éxitos, ya lo haces por convicción personal.
¡Además! ¿Ya qué más nos queda? Lo perdido, perdido está; solo quedan dos opciones:
Opción 1: Echarse al vicio y lamentarse toda la vida: Ahí solo mostramos que no nos importamos a nosotros mismos, no nos damos ningún valor; menos otra gente nos lo va a dar. Y peor aún, le damos más importancia a otra persona por encima de uno mismo; mal muchachito, muy mal. Si elegimos este camino, un día dirá esa personita: ¡Qué bueno que no me fui por esa opción! El tiempo me dio la razón, no pudo superar un contratiempo y se echó a la perdición, de la que me salvé.
Opción 2: Salir adelante con nuestros planes personales y profesionales: Aceptar la pérdida en primer instancia y luchar en la vida diciendo "Tengo que mostrarle a alguien lo que se ha perdido", levantar la mirada, seguirá doliendo un tiempo, pero un día, si se cruzan nuestros caminos, prefiero que me vea como una persona exitosa, alegre y feliz, dando lo mejor de mí a la vida y a los que me rodean.
Cuento creado por: Ing. Mauricio López García (LaChayra)
Ilustraciones creadas con tecnología de DALL·E 3