El Arbolito Pando

Nuestra historia comienza en un hermoso bosque a las faldas de dos grandes cerros, de los cuales baja una corriente de agua fresca en cada tiempo de lluvias. Entre el bosque crecen unos pinos, y cada seis años la gente del poblado más cercano suele subir colina arriba en tiempo de Navidad para bajar arbolitos y venderlos.

Ha pasado un año desde la última vez que cosecharon pinos, y ahora la mayoría de los pinos del lugar tienen un año de edad, creciendo alegremente en aquel lugar.

Dan, es un arbolito muy especial, que resalta porque siempre se le puede encontrar con una sonrisa y con la mejor actitud positiva para ver las cosas.

Sus compañeros arbolitos, creían que Dan era muy especial, y siempre sonreía porque era un arbolito maravilloso físicamente, con el mejor y más colorido follaje verde de aquel lugar.

Dan era un luchador nato; tenía una visión muy clara de la vida y una voluntad inquebrantable para tener éxito.

Una noche, pasaba por el lugar un duendecillo llamado Zippy, quien solía caminar colina arriba entre ambos cerros, por un lugar que los pobladores le llamaban “La Barranca,” donde se cree que hay varios tesoros de monedas de oro escondidos, perdidos o hechizados por sus antiguos dueños.

Zippy se topa de frente con Dan en una noche mágica de luna llena. Se podía apreciar la belleza de la naturaleza en aquel lugar, con una brisa fresca que te acariciaba la cara, un olor a tierra mojada, y una calma profunda en el ambiente.

—¡Vaya!, qué arbolito tan bonito, no te había visto —piensa en voz alta Zippy.

En ese momento, Dan despierta de su descanso al escuchar aquella vocecilla.

—Hola, me llamo Dan, mucho gusto en conocerte —comenta Dan, aún con sueño.

—Mucho gusto, amiguito. Solo pasaba por aquí, no era mi intención molestarte —comenta Zippy muy contento— este lugar es espléndido y especial.

—Sí, lo sé porque vivo aquí. Pero tú no vives aquí. ¿Por qué lo dices? —pregunta Dan, un poco extrañado.

—¡Uy, amiguito!, tengo ya varios años, he vivido varias experiencias aquí, allá y más allá —sonríe Zippy y le comenta—. Si gustas, un día te platico.

Dan y Zippy mantienen una larga conversación acerca del propósito de la vida y de sus aventuras. Dan, ahora sabe cómo es la vida en los poblados, sabe que existe la Navidad, que rodean de lucecitas a los arbolitos, entiende qué es un regalo y su significado, gracias a Zippy.

Desde ese momento, nace el sueño de Dan de estar en un hogar con luces de colores y, cada año, compartir buenos deseos y regalos.

Dan era muy positivo, siempre que tenía la oportunidad, alentaba a sus compañeros arbolitos a aguantar las heladas, las plagas y las sequías. Era el más aguantador de todos.

Un día, en una mañana un poco calurosa, se escucha un gran grito de Ámbar.

—¡Ayyy!, tengo muchos bichos por todos lados —grita, súper asustada.

Despierta Ameti del tremendo grito; no sabía si era más perturbador los bichos del lugar o los gritos de su compañera.

—¡Ay, no!, no se vengan conmigo. Ámbar, ya cállate porque asustas a los bichos y se vienen conmigo —le reclama Ameti por no mantener la calma.

—Ameti, creo que los bichos están por todos lados, yo también tengo —comenta Santi, algo sorprendido por tantos bichos en el lugar.

—¿Y ahora qué hacemos? No creo que podamos vivir con esta plaga mucho tiempo, y menos con los gritos de Ámbar —comenta Auro.

Dan observa los bichos y a sus amigos, muy sorprendidos.

—Tranquilos, amigos, estos bichos son migratorios y solo están de paso —comenta Dan sonriendo—. Ellos suelen comer vegetación más suave que nosotros; no pasa de que les hagan unas cosquillas o algún mordisquillo.

Al pasar tres días aguantando la oleada de chapulines, estos se fueron poco a poco.

—Qué bueno que ya se fueron esos bichos feos —comenta Ámbar, muy feliz.

Una mañana, todo el lugar amaneció con nieve por todos lados. Era una experiencia nueva para aquellos arbolitos; a muchos no les agradó porque ya no podían ver el sol en varios días, se sentían muy pesados, tenían frío y calambres en sus ramas.

Pasaron unos pocos días. Algunos arbolitos ya habían superado esa experiencia; en sus rostros se veía que estaban aguantando lo más que podían. Ameti y Auro no paraban de llorar todos los días; se quejaban mucho del clima, eran muy sentimentales.

Dan, al ver a todos sus compañeros pasarlo mal, decide animarlos un poco.

—Ánimo, amigos, al igual que con los chapulines, este clima va a pasar y estaremos mejor, ya verán —comenta Dan mientras sonríe.

—¿Pero tú cómo lo sabes? —pregunta Ameti.

—Zippy me dijo esto y otras cosas. Vamos a estar bien, ya lo verán —comenta Dan entusiasta—. Me comentó que cuando lleguen estos días, lo mejor es dormir para que pasen rápido.

Después de varias palabras de aliento, de parte de Dan a sus compañeros, estos se tranquilizaron y vieron que no tenían más opción que descansar y esperar tiempos mejores.

Dan sentía un frío enorme que le calaba hasta lo más profundo de su ser. Trató de tranquilizarse y quedarse inmóvil lo más posible para dejar pasar esos tiempos tan fríos. Lo que no sabía era que los árboles adultos, debido a su corteza, tienen una mayor capacidad para soportar las heladas, a diferencia de él y sus compañeritos, cuyo tronco era pequeño y tierno.

Afortunadamente, la helada no fue a mayores y comenzó a ceder al paso de un par de semanas.

Al pasar dos años, los arbolitos crecían fuertes y sanos, ya sabían lidiar con los chapulines y los tiempos helados.

Una hermosa mañana, Zippy vuelve a pasar por el lugar para saludar a su amigo Dan, el arbolito feliz.

Dan y Zippy se actualizan sobre las aventuras que han tenido y ríen a carcajadas.

—Lo bueno es que ya saben cómo pasar esas heladas, amigo Dan —comenta Zippy, muy feliz y sonriente—. Eso no es nada, hay cosas peores.

—¿Cómo dijiste? ¿Hay algo peor? —pregunta Dan, un poco preocupado.

—Sí, amigo, hay algo mucho peor —afirma Zippy con la cabeza y una mueca en la boca—. Lo peor son las sequías; mueren arbolitos al por mayor.

—¡No me digas eso! ¿Es verdad? —pregunta Dan con asombro.

—Sí, amigo, a mí me ha tocado ver como cuatro sequías fuertes, en lo que tengo de vida. Lo que debes saber es que esta zona donde estás, por su ubicación, es de las últimas en secarse cuando llega una sequía severa.

—¡Híjole!, ojalá que nunca llegue una —comenta Dan.

Desde ese día, comenzó a hacer mucho calor en toda la zona, como si Zippy hubiera ido a advertir a su amigo Dan sobre una fuerte sequía que se aproximaba.

Aquel hermoso lugar estaba siendo azotado por una onda de calor muy prolongada, que comenzó a secar algunos árboles viejos y enfermos.

Dan seguía repartiendo palabras de aliento para todos sus compañeros; era muy complicado que su buen humor y entusiasmo se vinieran abajo, incluso al ver su follaje tan espléndido tornarse de un color un poco amarillo.

A sus compañeros les reconfortaba un poco escuchar a Dan y sabían que todo iba a estar bien. Les platicó de su sueño de estar en un hogar rodeado de luces multicolores y regalos, los exhortó a seguir adelante y no rendirse nunca.

Un día, una persona que pasaba por el lugar resbaló y cayó justo sobre Dan, aplastándolo y rompiendo muchas de sus ramas. Dan quedó en muy malas condiciones porque su tronco aún era demasiado joven y se dobló mucho debido al golpe; estuvo a punto de romperse por la mitad.

Dan trataba de reincorporarse, pero le era imposible, tenía un dolor inmenso que le llegaba hasta su tallo central. Por primera vez, lloraba delante de todos por el gran dolor que sentía.

—Me debo enderezar; si no lo logro ahora, ya nunca podré hacerlo —pensaba Dan.

Debido al gran esfuerzo que hacía, le dolía mucho su tronco. Esa noche, todo el bosque se entristeció, todos guardaban silencio. Dan hacía todo lo posible por reincorporarse y ponerse de pie, pero le era imposible enderezar su fracturado tronco. Para colmo, esa misma noche llegó un fuerte frío que le dolía hasta el alma. Sin dudas, era el principio para un final fatal.

—¡Ay!, mi sueño de estar rodeado de luces… ahorita me enderezo... —piensa Dan.

Debido al infortunado accidente y la helada reciente, Dan definitivamente no se iba a recuperar para la noche de venta en Navidad; e incluso tal vez lo desechen antes de tiempo. Por ello, Dan se esforzaba en sanar sus hojas y tallos, llorando agonizante y sacando lo mejor de sí. Era ahora o nunca para hacer honor a sus palabras.

Dan, no logró sanar su tronco fracturado y quedó chueco de por vida. Ahora lucía un poco extraño; sin embargo, seguía repartiendo palabras de aliento a todos sus compañeros, no perdía la esperanza de irse a un hogar rodeado de regalos y buenos deseos.

—Ya casi llega la Navidad, amigos. Es el año que vienen por nosotros, ánimo —comenta Dan a sus compañeros.

—Sí, amigo Dan, ojalá que nos vaya bien a todos, y a ti también —responden sus amigos.

—Pobre Dan, quedó muy doblado, no creo que alguien lo adopte —pensaban sus amigos, pero nadie decía nada.

Llegó el gran día de la venta de árboles de Navidad, Dan se encuentra en buenas condiciones de salud, pero luce algo maltratado, con varias de sus ramas secas, además de estar pando. Sería uno de los últimos árboles en venderse debido a su aspecto.

Poco a poco, se iban todos sus compañeros, Dan les deseaba mucha suerte en sus nuevas casas. A pesar de sus condiciones, seguía optimista en que alguna familia lo aceptaría.

Sin embargo, pasaban las horas y a él ni siquiera lo miraban. Era muy triste, pero Dan sabía que una vez que se vendieran todos los arbolitos, sería su turno, y que solo era cosa de esperar un poco más, tener paciencia y fe.

—Ya te tocaba, mi querido amigo Ameti. Después de ti seguiré yo porque ya no hay más árboles —comenta Dan a Ameti, que está muy nervioso.

Estaba atardeciendo, Dan seguía repartiendo palabras de aliento. Pasaban personas por el lugar, pero todos lo ignoraban completamente; preferían irse sin un arbolito que llevarse a Dan a casa.

Ya al oscurecer, Dan puede ver cómo se retiran todos del lugar, se queda solo sin sus compañeros. Comenzó a soplar un fuerte frío que le calaba hasta la médula, estaba solo sin sus compañeros, en una de las noches más frías de diciembre.

—Lo bueno es que todos mis compañeros sí se fueron y van a ser muy felices —pensaba Dan, lleno de tristeza por su caso.

—De nada me sirvió ser el más optimista, ¿no será un tipo de castigo para ponerme a prueba? —se pregunta, muy pensativo.

Comenzó a bajar su estado de ánimo, su energía interna se opacó y dejó de iluminar más el lugar. Comenzó a llorar despacito y recordar a sus amigos.

Pasaron unas horas cuando Zippy pasaba por el lugar, se sorprende al ver a Dan solo en el bosque, con una apariencia decadente.

—¿Qué te pasó, amigo? Luces muy mal —pregunta Zippy, algo sorprendido.

—Pues creo que no me ha ido muy bien, amigo. Mírame cómo estoy —comenta Dan, contento de ver a su amigo Zippy.

Dan se alegró al ver a su amigo, le platica todo lo que le ha pasado y cómo es que se ha quedado solo en aquel lugar.

Zippy, lejos de sentir tristeza por su amigo, dolor o lástima, en el fondo sabía que Dan era mucho más fuerte. Podía sentir una energía en su interior debido a sus muchos años de experiencia.

Zippy le comenta a Dan lo siguiente: “Amigo Dan, esta parte del bosque me trae muy bonitos recuerdos. Fíjate que cada 100 años nace por aquí uno o varios arbolitos muy especiales. Yo puedo sentir su energía de paz y felicidad. Con mis ojos logro ver a la distancia esa energía que emana de cada árbol, como polvos mágicos que se esparcen por todo el lugar.

Un día, vine hasta aquí a ver qué pasaba. Encontré unos lindos árboles de colores esparciendo polvos mágicos por todo el lugar. Era algo muy bonito.

Tú tienes ese mismo brillo, ya lo he visto antes con mis ojos. Por ello, la primera vez que me acerqué a ti fue porque vi a la distancia nuevamente ese polvo mágico en la brisa, brindando paz y felicidad.

Entonces, cuando te sientas solo y triste, gran amigo, solo cierra tus ojos, concéntrate en las cosas que te hacen feliz. Automáticamente atraerás cosas positivas hacia ti. ¿Has sentido en ocasiones la sensación de paz y alegría de repente, y no sabes ni por qué razón? Bueno, eso es porque eres receptivo a ese tipo de energía que alguien está emanando en algún lugar”, termina el diálogo de Zippy.

Después de que Zippy se retira del lugar, Dan se concentra tanto en cosas felices, y emana una estela de polvos mágicos sin que él se dé cuenta. Para él es como si estuviera soñando.

Al poco tiempo, se escucha un ruido proveniente de la maleza. Era un vagabundo humilde, con barba blanca, que pasaba por aquel lugar en busca de un arbolito de Navidad. Se alegró tanto al ver aquel arbolito pando, decadente y solitario; era exactamente su reflejo, pareciera que el destino los hubiera unido.

El vagabundo, con mucho cuidado, saca a Dan de la tierra y se lo lleva cargando hasta una casita muy humilde a las orillas de la población.

Decide plantarlo en el patio de su casa, le cuelga algunas luces multicolores al calor de una fogata. Invita a sus vecinos a tomar un café caliente, ponche y pan.

Dan, comienza a darse cuenta de que no pasará la Navidad solo, que tiene el calor de un hogar en la noche de sus sueños. Era tanto el júbilo y la alegría que comenzaba a emanar de él una energía multicolor que se esparcía por la brisa de aquel lugar.

Ese vagabundo invitó a otros a compartir juntos el chocolate, el ponche y pan al calor de una fogata, a las faldas del arbolito pando. La familia de vagabundos, al no tener muchas cosas de valor, valoraron mucho a Dan por traer nuevas energías, alegría y felicidad a su hogar. Lo cuidaban mucho y lo plantaron en el patio de aquella vivienda.

Todos los arbolitos sintieron la felicidad de Dan en la brisa de diciembre. De inmediato se dieron cuenta que Dan estaba bien, contento y feliz, como siempre lo habían conocido, situación que les alegraba la vida a cada uno.

Todos los años de Navidad, Dan era adornado y llegó a ser muy feliz. Fin.

Mensaje

Los esfuerzos que realizamos, aunque parezcan en vano, eventualmente son recompensados. Nunca debemos rendirnos en nuestros sueños, porque tarde o temprano, nuestras acciones nos llevarán a la recompensa que merecemos. Los milagros suceden todos los días.


Reto

Encuentra a Zippy en la siguiente imagen; hay 10 duendecillos

Encuentra a Zippy en la imagen, hay 10 duendecillos

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Cuento creado por: Ing. Mauricio López García (LaChayra)

Ilustraciones creadas con tecnología de DALL·E 3